domingo, 1 de abril de 2012

Buenos Aires parte 2

Me resultó un poco extraño volver a Buenos Aires después de tan poco tiempo. Esta vez me habían llevado los sonidos de la pared de Roger Waters. Me lo había perdido cuando su gira recorrió el viejo mundo y finalmente pude resarcirme viéndolo en mi ciudad. Y no sólo una, sino dos veces, gracias a los buenos oficios de Ceci. De paso, obviamente, aproveché para encontrarme con gente querida.

Ahí estaba, de vuelta en el Varela Varelita, disfrutando de un café con leche de esos que queman desde la taza - ¿habrá algún otro lugar en el mundo en el que las tazas se calienten tanto como en Buenos Aires? - acompañado, como no podía ser de otro modo, de tres medialunas - sí, dos de grasa y una de manteca, por favor. Eso, ver a la gente pasando por la vereda, leyendo el diario mientras toman su café, charlando con otros, incluso alguno más, como yo, escribiendo vaya uno a saber qué cuitas en cuadernos de hojas lisas.

La tele anuncia la catástrofe: 'Sin Facebook durante dos horas'. Imagino miles de pobres animales de Farmville muriendo de inanición ante la desidia de sus cuidadores.

Musicalmente hablando no todo ha sido Waters en este viaje, por supuesto. Tuve la suerte de enganchar, de pura casualidad, el recital de Morrissey en Buenos Aires. Como siempre, Moz no decepcionó. Se comportó como el showman que es y regaló su repertorio trágico y emocionante - aunque a mi pesar no incluyera 'Irish Blood, English Heart' - a todas las almas sensibles que estábamos congregadas ese caluroso domingo en GEBA. Y ahí recordé las delicias de los recitales en Argentina, sobre todo en el campo. Con el pogo que se armó en la primera canción creo que bajé tres kilos solamente de lo que transpiré.

Inevitable e imprescindible el reencuentro con los chicos. Como desde hace un tiempito el lugar elegido fue la casa de Ale y Walter. A falta del Nono estábamos todos los demás. Las charlas discurrieron por los carriles habituales, con la salvedad de que el Nono fue partícipe, o al menos intentamos que así fuera, a través de Skype.

Entre la conexión que andaba bastante como el culo y los micrófonos de ambos lados que dejaban bastante que desear todo se parecía a un diálogo de sordos. De todos modos pudimos comprobar que el Nono sigue sin hablar de su vida privada, que los verdugueos cruzados entre el Peq, el Roco y el Nono perviven a pesar de las distancias, y que es ineludible que, si estamos todos juntos, hablemos todos a la vez y no nos escuchemos.

También me instalé, aunque esta vez en días alternos, en casa de Lau. Nos pusimos al día de todo lo que nos había ocurrido en el mes y medio que no nos vimos, y obviamente no nos alcanzó el tiempo. Merece una mención especial la frase del siglo: 'X es una mina que se casó el día de su casamiento'. Puede que en el futuro cercano tengamos nuevas oportunidades de vernos, si todo sale bien.

El (los) show(s) de Roger fue(ron) memorable(s), fantástico(s), indescriptible(s). Es increíble cómo algo que se supone conocido por todos los presentes pueda de todos modos transmitir esa carga emocional tan grande y ni siquiera perder el factor sorpresa. La compañía, cada una de las veces, antes y después del recital fue memorable. Para el recuerdo el vendedor que nos cruzamos rumbo al gallinero que anunciaba a viva voz: 'Imanes de Rossssher para la heladera, el koh-i-noor, el calefón...'.

En otro orden de cosas, o probablemente no, volver de día después de salir tiene una magia aún hoy atrapante. Es la sensación de haber aprovechado la noche al máximo, sobre todo cuando es una reunión con amigos en un lugar tranqui, en una casa casi que mejor, y la noche discurre entre charlas sobre los temas más variopintos y bebidas interesantes.

Una perla especialísima fue el reencuentro belgra-lujanero con Fio y Ceci. Creo que si ésta última no hubiera tenido que laburar al día siguiente nos habríamos quedado parloteando hasta el mediodía. Finalmente acordamos una segunda parte en Playa del Carmen, cortesía de Fio y sus power-amigos, cuando los planetas se alineen, o dentro de poquito.

Y esta vuelta me traje, una vez más, otro recuerdo indeleble. En realidad dos. Uno quizás ya lo vieron por ahí en el caralibro. El otro, como canta Ringo en 'With a Little Help from my Friends': 'I can't tell you, but I know it's mine'.