jueves, 3 de abril de 2008

Highlanders

Cuando vimos que la vida de campus venía bien tranquila, dijimos 'acá tenemos que hacer algo'. Y en lugar de hacer algo justamente ahí, alquilamos un auto con Aitor, Diego y George y nos fuimos de paseo a las Highlands. El itinerario prearmado prometía muchos kilómetros de mapa, dos noches en distintos lugares y paisajes increíbles.

Salimos un sábado a la mañana y fuimos a buscar nuestro vehí
culo. Grande fue nuestra sorpresa cuando vimos que en lugar del Clio que habíamos reservado (el más barato en el que cabían cuatro adultos) nos esperaba una Zafira. Mejor, imposible. Nada de acomodar las cosas; desparramamos todo en los muchos metros cúbicos disponibles y encaramos la ruta con Inverness como destino final.

En el camino la lluvia nos dejó visitar Loch Lomond, Fort William y Loch Ness (no, no vimos a Nessie). Los paisajes increíbles se hacían realidad a cada kilómetro, y nuestro conductor (Diego) nos tuvo la suficiente paciencia como para detenerse cuando teníamos ganas de sacar fotos o simplemente mirar más de cerca las vacas peludas.


Llegamos finalmente a Inverness, hicimos una mini merienda-cena, y nos fuimos a recorrer. Lindo lugar, recalamos en un pub recomendado por gente del hostel en el que había música en vivo, con tres bandas a falta de una. Nos quedamos en el piso en el que estaba la banda de música más típica a divertirnos un rato. La vuelta fue más bien tempranera; al otro día había que levantarse temprano para hacer muchos kilómetros (aunque el odómetro del auto marcara millas).

Como Inverness estaba lindo pero no nos llamaba especialmente la atención para desayunar, tomamos un café bebido (de qué otro modo si no) y rumbeamos para Ullapool, bastante más al norte. La idea del día era subir hasta la punta de Escocia, y luego pasar a la isla de Skye. Nos enamoramos de Ullapool al instante. En primer lugar, porque es un pueblito pesquero de lo más pintoresco, con la calle principal hacia el bracito de mar sobre el que está situada, y en segundo (last but not least) porque gracias a la recomendación de la Lonely Planet, compañera fiel si las hay, llegamos a un bolichito en el que tomamos un desayuno de la hostia, cargado de calorías y colesterol. Además, ¡tenían tarros de dulce de leche San Ignacio!

La siguiente parada fue en las ruinas de un castillo más hacia el norte, Ardvreck Castle. Allí nos intrigó el misterio de la criatura devoradora de conejos a medias. El campo estaba sembrado de restos de cadáveres de conejo, y nos fuimos con las ganas de saber de qué bicho se trataba - pero no de cruzárnoslo...

En la ruta hacia el norte intentamos, infructuosamente,
de atrapar unas ovejas. Imposible, estaban mucho más acostumbradas al frío y al terreno que nosotros.

Recalamos en Durness. Estábamos inesperadamente, en Escocia, en una playa de arena. George no pudo dominar su emoción, se quedó en calzones y se mandó al agua. Si yo digo que hacía frío, no sorprendo a nadie. Pero estaba en compañía de tres muchachos, y, s
alvo George y su desvarío, los demás tenían frío. Y no le importó nada, se mandó, y al darse cuenta que no eran precisamente las cálidas aguas de Venezuela las que lo recibían, salió más rápido de lo que entró, aunque contento por haberlo intentado. Aitor y Diego se mojaron los pies, yo me limité a tomar fotos y reírme un rato.

Nuestro destino nocturno era Portnalong, en la isla de Skye, más precisamente, el Skyewalker Hostel. Cruzamos a la isla convencidos de que en poco tiempo llegaríamos al hostel, pero el mapa indicaba que había que atravesar bastante, y que estaba en la otra punta. Glup. Muchos kilómetros de noche después, llegamos a nuestro hostel. Lisa y Brian nos recibieron increíblemente, en el que creo que no sólo es el mejor hostel en el que he estado (por ambiente, buena onda y calidez) sino el que quiero tener en algún momento de mi vida. Comimos, nos pusimos a jugar al bowling y al tenis en la Wii con Brian, y le festejamos el cumple a Jorgito con un delicioso single malt.

A la mañana siguiente, con nosotros tristes por tener que dejar ese lugar tan bonito, Lisa salió corriendo en bata a alcanzarnos hasta el auto una postal de Portnalong, para que vierámos cómo era con sol, pues no habíamos podido disfrutarlo mucho.

El desayuno fue en Dunvegan, y a falta de Lonely Planet, recalamos en una pequeña panadería que nos mimó con otro desayuno-almuerzo a la escocesa para cargar pilas. Salimos de Dunvegan con la panza llena y el corazón contento para dar la vuelta a la isla. Recomendación
de Lisa y Brian: Kilt Rock. Hasta ahí llegamos, y resistiendo el viento que luchaba por tirarnos al suelo, disfrutamos la cascada, y las marcas en la piedra que le daban nombre. Juro que el viento era catastrófico. No tengo idea de cuánto puede pesar una Zafira, pero durante una de las ráfagas se movió de lado y, sinceramente, pensé que nos quedábamos sin vehículo.

Paramos luego en Portree para proveernos de vituallas, y emprendimos el regreso. Tomamos una ruta diferente para seguir sorprendiéndonos con los paisajes escoceses, y al dejar el autito y caer en la cuenta de las casi mil millas (1600 kilómetros aprox.) que habíamos recorrido, nos dieron ganas de seguir. Quedará para otra oportunidad.


Solcito en el medio del camino


La costa de Ullapool


Jorgito dándose cuenta de que el agua estaba muy fría...


A punto de volar en Kilt Rock